Una de las consecuencias más indeseables del miedo es que es capaz de producir parálisis, parece como si el cuerpo dejara de recibir estímulos exteriores o como si fuera incapaz de interpretarlos. Los que tienen más experiencia en Cooperación, y llevan muchos años trabajando en ello, aseguran que no han visto un panorama similar al que sufrimos estos momentos.
El gerente de Cives Mundi, Joaquín Alcalde, que es una de esas personas con un gran bagaje a sus espaldas, es muy gráfico a la hora de describir la situación: “El sector está noqueado“. Y los compañeros de Cives que en los últimos meses han asistido a reuniones y encuentros con otras ONG también han detectado tal estado de aturdimiento.
En un contexto en el que da la impresión de que estamos en un tris de que los pacientes tengan que llevar su propia jeringuilla cuando vayan a hacerse un análisis, o los funcionarios, el papel higiénico de casa porque se ha recortado en esa partida, el temor al futuro es bastante normal. Si añadimos a esto el retraso (políticamente estratégico) de los Presupuestos de 2012, ésos en los que el Gobierno va a tener que podar 30.000 millones de euracos, pues resulta que la espera se está comiendo las uñas de muchos o frustrando bastantes intentos de dejar de fumar por parte de directores, presidentes, contables o gerentes de numerosas ONG.
Las noticias sobre el dinero que habrá para Cooperación, dosificadas en los últimos meses por el Gobierno, se reciben con la respiración contenida y se leen entre líneas, intentando descifrar algún mensaje oculto. A toro pasado, sabemos que las partidas para Cooperación se redujeron un ¡60%! en los últimos dos años.
Para 2012 se sabe lo siguiente, deducido de noticias publicadas por los periódicos: 1. El presupuesto para Ayuda al Desarrollo será el 0,29% del PIB (una cifra un tanto ridícula para un país que, aunque en crisis, pertenece al G-20, el club de los más ricos del planeta; vamos a llegar antes Marte que al totémico 0,7%). 2. De cincuenta países destinatarios se pasará a 25. 3. Se primará a los países más pobres de América Latina y se hará hincapié en los países de las llamadas, y ahora tal vez algo marchitas, ‘primaveras árabes’. 4. Antes del 1 de mayo, la AECID decidirá como “repartirá 290 millones entre varias ONG”, signifique esto lo que signifique.
Sea lo que sea lo que dicten los Presupuestos, lo que queda claro es que el sector necesita moverse. La solución no está en quedarse a verlas llover. Por lo pronto, si hay menos panoja a repartir, la competencia será mayor entre ONG y, con ello, los proyectos habrá que formularlos aún mejor, ser más imaginativos, audaces, conocer mejor el terreno en el que se quiere trabajar…
Pero el problema de fondo es que el sector necesita su propia reconversión. Las ONG primero, y también, tal vez, el propio concepto de ayuda al desarrollo. ¿Es un pecado decir que sobran ONG? ¿No hay demasido amateur en el sector? ¿Lleva a alguna parte financiar 300 pocitos de agua en África en lugar de optar por proyectos más grandes o más visión de futuro? ¿No habría que impulsar más los programas? ¿Por qué no pensar en fusiones de ONG, en alianzas estratégicas?
Money is money, of course. Pues si las tetas de las administraciones varias están secas, habrá que buscarlo en otras partes, tocar todos lo palos, incluida la implicación de eso que llamamos sociedad civil. Money is money, of course, again. Y digo esto en inglés porque, nuestros colegas anglosajones (sobre todo ellos) nos llevan años de ventaja en la recaudación de fondos. Internet, y sus derivados, han abierto enormes posibilidades.
Son caminos duros, cierto, complicados, descorazonadores en ocasiones. Mucho trabajo, mucho Twitter y mucha campaña en la red para sacar un puñado de euros. Bien, es cierto, pero ¿no será mejor explorarlos que quedarse detrás de la mata, sin hacer nada?
Es probable que las dichas sociedades civiles de EE UU o Reino Unido, principalmente la americana, sean más activas que la española. No obstante sabemos que más del 70% de la población cree que hay que seguir siendo solidarios con los países más pobres del mundo. Conocemos también el éxito de algunas propuestas surgidas de la ciudadanía y tenemos aún fresco el movimiento del 15-M, la magnitud que alcanzó, y las simpatías que despertó.
Este fin de semana, contaba a unos amigos y conocidos el proyecto de Cives Mundi en Líbano, que en esencia consiste en formar profesionalmente a jóvenes refugiados palestinos y ayudarles a buscar trabajo. Inevitablemente, alguien me preguntó si el dinero destinado para ello no sería más útil dedicarlo a jóvenes españoles. Yo respondía que con que uno sólo de los chavales con los que actuamos no acabara en las redes de extremistas islámicos y convertido en un peligroso radical, el dinero estaba bien invertido.
Hablamos pues de mundos distintos. Hay mucha gente sufriendo en España. No podemos dejar de pensar en ellos, inevitablemente nos llega al corazón. Pero es que en Etiopía, en Senegal, en Mauritania, en Haití… en muchos de los países en los que Cives Mundi trabaja, la diferencia entre que reciban ayuda o no es la que separa, en muchas ocasiones, la vida de la muerte por hambre o por enfermedad.
Es así de radical, señoras y señores, sobre todo, las señoras y señores de la extrema derecha que se dedican en estos tiempos a ridiculizar la cooperación al desarrollo (tampoco ayuda los nombres que hay poner a los proyectos, algo que habría que pensar en cambiar). Es inútil dedicar tiempo a convencer a este sector. Pero no lo es tanto el hacer ver al resto de las personas lo que he dicho en el párrafo anterior. Este post es un intento de ello.
Claro que, para tal menester, el sector debe recuperar la fe en sí mismo, el orgullo del trabajo bien hecho y demostrar a la sociedad en la que vive su capacidad de adaptación a las circunstancias, lo que se hace redoblando todos los esfuerzos.
Así que, hay que recuperarse de este KO con el que comenzamos este largo post (lo siento). Tal vez, remedando el famoso ¡indignaos!, aquí debamos decir un ¡levantaos! O, por lo menos, un ¡espabilaos! Quien quiera, que añada a la exclamación la palabrota que estime oportuna.
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