Crónica desde Timor: “Oigo tiros en la distancia y aprieto el acelerador de la moto para llegar a casa”

19 jul '12

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Crónica desde Timor: “Oigo tiros en la distancia y aprieto el acelerador de la moto para llegar a casa”

Ésta es la crónica de cómo vivió el delegado de Cives Mundi en Timor Este, Pedro Martínez, el brote de violencia política que estalló en la capital del Estado, Dili, el pasado fin de semana. Cives está desarrollando en el país dos proyectos financiados por la AECID.

17.00h. El grave rugido de la motocicleta se abre camino a través de calles vacías. Los supermercados y restaurantes han cerrado más pronto que de costumbre y los pocos vehículos que todavía circulan por la ciudad lo hacen a gran velocidad, como si tuvieran miedo de que la noche se les fuera a echar encima. Los coches de las Naciones Unidas que se alejan de Dili, me hacen luces indicando que debo tener precaución si me dirijo al centro.

En efecto, me dirijo desde mi casa, en las afueras de Dili, hacia el centro de la ciudad, donde un amigo se ha quedado sin transporte debido a que ya no circulan taxis. En las calles el aire está enrarecido, como si se tratara de un pueblo que acaba de ser desalojado en espera de ser inundado por estar dentro del terreno de una presa recién construida. Se respira una calma tensa. A la altura del Palacio do Governo, las brigadas antidisturbios de la policía, debidamente armadas, se mantienen a la espera alrededor de una enorme tanqueta de agua.

El teléfono no para de sonar: amigos, compañeros del gremio… todos comparten información sobre el desarrollo de la situación de inseguridad que empezó el pasado domingo, cuando Xanana Gusmao, reelegido primer ministro de Timor Oriental, anunció una coalición con los partidos Democrático y Frente para el Cambio, dejando fuera del gobierno a FRETILIN (Frente Revolucionario de Timor Oriental Independiente), segundo partido más votado. Después del anuncio, supuestos militantes de FRETILIN comenzaron una serie de protestas que incluyeron el lanzamiento de piedras contra coches y personas, así como la quema de algunas casas (supuestamente de militantes de CNRT, partido que va a formar gobierno). Después de dos días de disturbios, el balance provisional es de más de 60 coches dañados, 7 casas quemadas, varios heridos y un muerto, según un periódico local. Muchos de los coches afectados pertenecen a la misión de pacificación de las Naciones Unidas, la cual tiene previsto abandonar el país a finales de este año si la situación de seguridad lo permite.

La única baja humana ha sido un estudiante de la Universidad de Dili, el cual participaba en los disturbios cuando fue alcanzado por una bala disparada por un agente de policía en la localidad de Hera, próxima a la capital. El día anterior, el comandante de la Policía Nacional de Timor Oriental (PNTL) anunció en los medios que tendría “tolerancia cero” con aquellos que instiguen la violencia política. Parece ser que iba en serio…

Evitando las zonas conflictivas declaradas por el servicio de seguridad de las Naciones Unidas, pongo la moto en dirección a casa después de recoger a mi amigo y aumento la velocidad para llegar lo antes posible, pues se rumorea que una marcha se acerca a Dili procedente de Hera para protestar por la muerte del estudiante a manos de la policía. A pesar de que no está confirmado que la marcha vaya a llegar, debido a que mi casa está en una de las dos posibles entradas a la capital desde Hera, lo más conveniente es evitar estar expuesto en esa zona.

De camino, oímos tiros en la distancia y mi mano derecha retuerce aún más el acelerador. Al llegar a casa un amigo me confirma por teléfono que la policía está disparando al aire para advertir a los manifestantes por la zona de Santa Cruz. Al asomarme por la ventana, veo que los guardas de seguridad de los vecinos han desaparecido de sus posiciones por primera vez en los 3 meses que llevo viviendo en esta casa.

Después de cerrar las ventanas y la puerta, corro las cortinas y apago las luces. Siguiendo el toque de queda recomendado por las Naciones Unidas para su propio staff, me recluyo en casa a la espera de que vuelva a salir el sol y las calles se tranquilicen.

Mientras tanto, Dili se mantiene callada bajo un granizo de piedras y de balas. La violencia política que se está gestando empieza a tener un amargo regusto a 2006.

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Comentarios (1)
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